PERTENENCIA: Primer Orden del Amor
Bert Hellinger, a través de su Teoría
de las Constelaciones Familiares, nos muestra que existen Leyes universales que
rigen el fluir del amor en los Sistemas Familiares a las que llamó “Órdenes del
Amor”.
El Primer Orden del Amor es que todo
aquel que pertenece al Sistema Familiar tiene el mismo derecho a pertenecer. Nadie puede ser
excluido.
Desde nuestra concepción las personas pertenecemos al Sistema Familiar. Cada
ser humano está vinculado con éste, lo quiera o no.
El niño
siente la vinculación como amor y felicidad, no importa de qué manera y en qué
circunstancias haya crecido. No importa cómo sean los padres. El hijo sabe que
pertenece y ese saber y relación los percibe como amor. Este vínculo tiene un
poder enorme porque por ese amor el hijo
es capaz de sacrificar su vida.
Nadie puede cuestionar el sistema en el que nació y nadie puede negar a su
familia sin negarse a sí mismo.
Ahora bien, cuando a una de estas personas se le niega la pertenencia
(por ejemplo, no aceptando a un hijo ilegítimo o difamando a un tío que no
correspondía a las normas de la familia), ese miembro queda excluido, provocando
un trastorno o desequilibrio en el sistema,
entonces, el alma familiar trata de restablecer ese orden, y en consecuencia,
otro miembro de la familia (de generaciones siguientes) ocupará su lugar.
Es decir, las consecuencias de la
exclusión se manifestarán mucho más tarde, cuando, en generaciones posteriores,
alguien, sin saberlo, imitará la suerte de la persona excluida.
Hay muchas formas de excluir: ignorar, olvidar o marginar, son algunas
de ellas. Pero también se excluye a alguien juzgándolo, condenándolo o
descalificándolo de muchas maneras: “la abuela fue ladrona”; “el abuelo fue un
borracho”; “tu tío estaba loco y nos hizo sufrir mucho”.
Acá se
trata de comprender que nada lo que haga (la propia persona u otro miembro) lo
puede privar a uno del derecho a la pertenencia al sistema familiar.
En lo que Bert Hellinger llama “Alma
Familiar”, todos tienen un lugar de
dignidad y de respeto. Y todos quiere decir, exactamente, “todos”, y significa algo muy preciso y
de gran importancia: el Alma Familiar no
acepta exclusiones.
Cuando
alguien es excluido, el flujo del amor se resiente. Alguien posterior sufrirá
las consecuencias, y nadie encontrará explicación a su sufrimiento.